Dioses ancestrales de la tierra: Astarté
La diosa Astarté es representada en un bocado de caballo, siglo VII a.C., sosteniendo dos sistros mientras se encuentra flanqueada por dos aves de alas extendidas.
Astarté es la diosa dinástica del mundo ibérico. A lo largo de las excavaciones en santuarios ibéricos, ha salido a la luz una deidad femenina, de profundo arraigo y de estrecha relación con los monarcas de la antigua Iberia. Esta diosa, que inicialmente se documenta en el ibérico y en el ámbito tartésico, se alza como protectora de la institución monárquica, velando por el rey, su linaje y la ciudad en la que gobernaban.
No solo amparaba a la familia real, sino que ejercía también una influencia fecundante que abarcaba desde la fertilidad humana hasta los campos y los animales. Como tal, su culto sobrepasaba el palacio y se extendía por el pueblo llano, ya que su poder sostenía la continuidad de la vida misma.
Esta veneración de la diosa abarcó el Sur y parte del meridión peninsular, allá donde se encuentran restos arqueológicos de la cultura ibérica y tartésica, los registros o documentos epigráficos y las fuentes clásicas.
Astarté es diosa fenicia-cananea que es conocida en el mundo antiguo con este nombre de Astarté, es una asimilación de una poderosa divinidad mesopotámica. Los sumerios la llamaban Inanna, mientras que en las culturas acadia, asiria y babilónica era adorada como Ishtar, y en el ámbito israelita, como Astarot. Esta diosa encarnaba los misterios de la naturaleza, la vida y la fertilidad, y también simbolizaba el amor, los placeres terrenales y la exuberancia de la existencia.
Con el paso del tiempo, su figura se amplió hasta adquirir una faceta guerrera, asociada a cultos que involucraban rituales tanto sangrientos como sexuales, reflejando la devoción apasionada de sus seguidores. Su culto trascendió fronteras y, bajo el nombre de Tanit, fue particularmente venerada en Cartago, donde se convirtió en una de las deidades más importantes del panteón.
Sus atributos y su carácter invitan a asociarla con los fenicios, no en vano Tartesos procedería de la unión entre iberos que son conquistados o colonizados por fenicios: También se observa una fusión con la Afrodita griega y la Venus romana.
El marco de las monarquías sacras orientalizantes en las que reinaba el monarca facilitó esta mezcla de tradiciones, generando una figura que, al tiempo que era local y propia de las gentes de Iberia, guardaba claros ecos de las diosas dinásticas del Mediterráneo oriental.
Astarté o la diosa ibérica que representa, aseguraba la longevidad, el vigor y la prosperidad del monarca, del cual dependía el equilibrio y la fecundidad de toda la región.
En el mundo íbero, esta diosa tomó el nombre de Tanit, la Diosa Madre, reverenciada como protectora, nodriza y guerrera. Dentro de sus múltiples funciones, destaca su rol de defensora incluso en el más allá, pues sus fieles confiaban en su poder para seguir siendo cuidados tras la muerte.
Las representaciones de esta diosa abarcan un abanico amplio y simbólico. En las iconografías ibéricas, aparece sedente, con una postura que recuerda a la Dea gravida, la diosa embarazada, símbolo máximo de fecundidad o bien, como una figura femenina alada y desnuda.
En el panteón fenicio, Astarté es representada con una cabeza de tipo hathórico, señal de su carácter dinástico y su poder abarca los mares y el cielo estrellado. Entre sus emblemas, que refuerzan su vínculo con la realeza y la guerra, encontramos el león, el caballo, la esfinge, la paloma y peces; su símbolo celeste es una estrella enmarcada en un círculo, símbolo de Venus.
La imagen más antigua de Astarté encontrado se halla en el anillo-sello de Vélez-Málaga, fechado entre los siglos XV y XVIII a.C., procedente de Siria.
Esta diosa, que con su fuerza y carácter dinástico inspiró a tantas culturas, sigue presente en las representaciones ibéricas y fenicias, uniendo su identidad a las raíces mismas de la tierra y el poder en la Península en la antigüedad.
Según las distintas culturas ha variado la grafía y pronunciación levemente conservando la esencia de la palabra. Siendo Astarté una divinidad que comparten las antiguas culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, mantiene un estrecho parentesco en nombre y simbolismo con la Ishtar de Mesopotamia. Otra transliteración conocida es ’Ashtart. Los griegos, durante la época helenística (siglos IV a I a.C.), asimilaron a Astarté en parte con Afrodita, diosa del amor, y en parte con Deméter, deidad de la fertilidad y la cosecha.
En hebreo, Astarté es conocida como Ashtóreth, nombre que se menciona en varios pasajes de la Biblia, donde a menudo es puesta en oposición al dios de Israel. Así, en Samuel 7:3, se exhorta a los israelitas a renunciar a los "dioses extraños" y a las "Astartés", En estos textos, Astarté suele aparecer asociada con Baal y en ocasiones también con Asera, ambas deidades de fertilidad y abundancia. Los autores bíblicos adaptaron su nombre usando las vocales de "bōshet" (abominación), lo cual muestra el rechazo cultural hacia su culto, que incluía ritos de prostitución sagrada, tanto masculina como femenina.
En las lenguas y culturas circundantes, Astarté asume diversos nombres: en ugarítico, ‘ṯtrt; en acadio, DAs-tar-tú; y en el contexto etrusco, aparece como Uni-Astre en las Tablillas de Pyrgi. En regiones como Etiopía, era conocida como Astar, mientras que en Arabia del Sur se le llamaba Athar, un dios vinculado a la fertilidad y la lluvia. Esta divinidad sumeria fue la venerada Inanna y la mesopotámica Ishtar, todas identificadas con el planeta Venus, el lucero del alba.
De acuerdo con The Early History of God, Astarté representa la versión de la Edad del Hierro (posterior al 1200 a.C.) de Ashera, una diosa de la Edad de Bronce, anterior a este período. Esta continuidad refleja la naturaleza sincrética de estas culturas, que moldearon el culto a Astarté como reflejo de sus propias aspiraciones y visiones de la fecundidad, la guerra y el deseo.
Astarté es la representación del ciclo de la vida humana, que incluye el nacimiento, la cópula y la muerte en combate. Su culto implicaba rituales de libaciones y purificaciones con vino y agua; y se ha sugerido que la flor de loto podría haberse utilizado como un psicoactivo para inducir sueños vívidos, mediante la cocción de sus rizomas en alcohol para extraer sus compuestos. Asimismo, el uso de opio, proveniente de la adormidera, era común para estimular el deseo sexual, pero hasta hace muy poco se ha usado en los pueblos de Extremadura, como en Cabeza la Vaca, para inducir al suelo a los niños pequeños y lactantes o bebés. La práctica de la prostitución sagrada en honor a Astarté está documentada en diversas fuentes antiguas.