Cuento extremeño: La Palomita


 

LA PALOMITA es uno de los cuentos que contaban nuestros mayores a sus hijos o nietos, con lo que conseguían entretenerlos, que comieran o que durmieran. El cuento de la palomita es como sigue:


Eran tres hermanos, una hembra y dos varones, que vivían en el campo solos en una casa, siendo la hermana era muy guapa. 

Un día pasó por allí el rey, que iba a cazar y entró a descansar en la casa; y, al ver a la joven tan guapa, se enamoró de ella y quiso llevársela a palacio para casarse. 

Ya que iban llegando a la ciudad y, como los vestidos de la muchacha eran al fin y al cabo los de una
pobre y él era un rey, no quiso que entrase mal vestida en la corte y determinó que la joven se quedase allí, en el camino, junto a una fuente, mientras él iba a palacio por un coche y ropa oportuna para que entrase en palacio como era debido. 

La muchacha no quería quedarse, temiendo que el rey se olvidase de ella, pero el rey le aseguró que
volvería en seguida y que para que nadie le haría daño, le dijo que subiese a un árbol que estaba al pie de una fuente. Se subió la joven y el rey marchó por el coche y la ropa.
 

Estando la niña en el árbol, como las ramas avanzaban y cubrían la fuente, se retrataban en el agua lo mismo la joven que el árbol. 

Por la tarde llegó por agua una negrita mora y, al llenar el cántaro, vio la imagen de la joven en la
fuente, creyendo que era la suya, y dijo:
 

—Yo, tan bonita,
¿y venir por agua?
Quebraré mi cantarito
y me iré á mi casa.

 

Le dio un golpe al cántaro haciéndolo añicos y se fue a su casa.
 

Pasó el día y el rey no vino, la joven estaba muy disgustada. Al día siguiente llegó la negrita con otro cántaro nuevo y lo llenó; pero al ver la cara de la muchacha, volvió á decir:
 

—Yo , tan bonita,
¿y venir por agua?
Quebraré mi cantarito
y me iré a mi casa.

 

Y rompiendo el cántaro, se fue.

Pasó otro día y el rey no llegaba; pero, en cambio vio venir a la negra mora con un cántaro de lata. Llegó a la fuente y llenó su cántaro; pero al ver la cara de la joven que estaba en el árbol, volvió a decir otra vez:

—Yo, tan bonita,
¿y venir por agua?
Quebraré mi cantarito
y me iré á mi casa.

 

Y empezó a dar porrazos al cántaro, pero como era de lata, no se rompía y lo que hacía era boyarlo. Tantos golpes le dio, que la que joven estaba en el árbol empezó a reir y, entonces, la negra levantó la cabeza, viendo aquella niña tan guapa comprendió al fin que era de ella la imagen que se veía en la fuente y le dio tanto coraje que trató de vengarse.
 

—¿Qué haces ahí, niña?—le preguntó.
Estoy aguardando al rey, que vendrá por mí, para casarme con él.
 

La negra, que era hechicera, pensó en sustituirla; y como hacía tres días que estaba allí y el aire la había despeinado, le dijo:
 

—Niña, ¿quieres bajar para que te peine?
—No, que va a venir el rey.
—Anda, que yo te peino en seguida y así estarás más bonita.

 

La niña bajó para que la peinara, y la negra le dijo:
 

—;Y eres tú sola?
— No, señora, tengo dos hermanos que hoy pasarán por aquí para ir a rni boda.
 

Se puso la negra mora a peinarla y cuando estaba más descuidada, le clavó en la cabeza un alfiler y se volvió paloma, yéndose a volar por los campos.
 

La negra entonces vio venir dos caballeros jóvenes que le preguntaron si había visto una joven, de estas y estas señas, que iba con un caballero joven. Comprendió que eran los hermanos y, para que no pudieran descubrirla, los convirtió en bueyes.


Después se subió al árbol y a poco vio venir al rey con la comitiva que venía por la niña. Bajó la negra mora; pero, al verla el rey, le dijo:
 

—Tú no eres la que yo dejé aquí: aquella era blanca y tú eres negra.
—Soy yo misma
,—dijo la negra—pero como me has tenido aquí tres días, el sol ha tostado mi cutis.
 

Al rey no le sentó bien el cambio; pero, como había dado su palabra, subió al coche con la negra y al llegar a palacio se casó con ella. 

La negra hizo que se llevaran los bueyes para que acarrearan tierra y piedra. Al día siguiente apareció en los jardines del palacio una palomita blanca y parándose en un árbol, le dijo al jardinero:
 

— Jardinerito del rey, ¿cómo le va al rey con la negra mora?
—Dormir infora , dormir infora.
—Y los bueyes, ¿qué acarrean?
—Calicanto, calicanto.
—¡Ay de mí, que me quebranto!
 

Y echando á volar, desapareció de la vista del jardinero.
 

Al día siguiente sucedió lo mismo y el jardinero se lo contó al rey y éste le encargó que llenase de liria el árbol donde se paraba la paloma. Así lo hizo y cuando al día siguiente vino la paloma, volvió a preguntarle:

—Jardinerito del rey, ¿cómo le va al rey con la negra
mora?
—Dormir infora, dormir infora,
—Y los bueyes, ¿qué acarrean?
—Calicanto, calicanto.
— ¡Ay de mí, que me quebranto!

 

Fue a echar a volar y se quedó pegada al árbol. Entonces subió el jardinero y la cogió llevándosela al rey, que estaba tan contento con ella que no la dejaba un instante y hacía que comiera con ellos en la mesa; pero la negra no la podía ver; y, siempre estaba aconsejando al rey que la matase, porque cuando estaba en la mesa, comía en el plato del rey y ensuciaba en el de la negra; pero el rey no hacía caso.
 

Un día el rey acarició a la paloma y, pasándole los dedos por la cabeza, encontró un bulto. Le desvió las plumas y vio el alfiler.
 

—¿Quién habrá clavado esto á este pobre animal?—dijo el rey; y tirando del alfiler lo sacó, quedándose convertida la paloma en la joven que era. Cuando el rey la vio, dijo:
—Esta sí que es la que yo dejé en el árbol. Entonces la niña contó todo lo que había pasado, obligaron
a la negra mora a que le quitara la forma de bueyes a los hermanos y luego la mataron, casándose el rey con la niña y siendo muy felices. 

Y se acabó mi cuento con pan y pimiento.

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