San Isidro Labrador


 

San Isidro Labrador, patrón de Madrid, es uno de los santos más populares en la tradición cristiana española y de gran devoción en Cabeza la Vaca. 

La leyenda lo presenta como un humilde agricultor que, junto a su esposa, Toribia, comocida también como Santa María de la Cabeza, llevó una vida marcada por el trabajo duro y la profunda fe religiosa. 

Aunque no realizó grandes gestas, su devoción y laboriosidad lo convirtieron en un modelo de vida cristiana sobre todo para los agricultores.

San Isidro nació en una época convulsa, cuando Madrid acababa de ser reconquistada por Alfonso VI. En un entorno donde la nobleza y el poder eclesiástico eran los que definían el prestigio, resulta significativo que el patrón de la capital española no sea un rey, un obispo ni un guerrero, sino un sencillo labrador. 

A San Isidro se lo representa vestido con ropa humilde, con las manos endurecidas por el trabajo de la tierra, Isidro encarna los valores de esfuerzo, sencillez y fe.

Su fama de santidad se fue construyendo no tanto por hechos extraordinarios, sino por la constancia con la que cumplía el precepto de "ora et labora", de San Benito. 

En su vida cotidiana, la oración y el trabajo estaban entrelazados: el sonido de la azada, el crujido del carro y el ruido del trigo al caer se mezclaban con sus oraciones. A través de las faenas propias del campo, Isidro vivía una espiritualidad profunda, contemplando la grandeza divina en las pequeñas cosas. Fue elevado a los altares el día 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV siendo conocido como ejemplo de santidad como San Isidro o San Isidro Labrador.

A pesar de la dureza de su vida, Isidro mantenía una actitud serena y paciente. No tenía tierras propias; trabajaba para Juan de Vargas, a quien cada día se dirigía con respeto y humildad para recibir sus instrucciones. Su jornada empezaba antes del alba y su labor lo llevaba a recorrer los campos de Carabanchel, Getafe y las riberas del Manzanares y del Jarama. Durante estas jornadas, su fe se alimentaba en cada parada ante una ermita o iglesia, donde rezaba en silencio con devoción.

Isidro era analfabeto, pero encontraba en la naturaleza su libro de oraciones. 

Los campos, los ríos y los cielos eran para él un reflejo de la bondad divina. En estos paisajes, su alma se llenaba de un misticismo sencillo y profundo, comparable al de los grandes santos y poetas místicos como San Francisco de Asís o San Juan de la Cruz. Su vida era un continuo acto de adoración a través del trabajo. Para ser santo o una persona elevada no es preciso tener estudios superiores, ni siquiera inferiores, la superioridad o la elevación del alma está en su limpieza y en el tesón por querer trascenderse, mejorarse, perfeccionarse.

Su vida familiar era también un ejemplo de virtud. Su esposa, María Toribia, conocida como Santa María de la Cabeza, compartía su piedad y sencillez, viviendo los dos en la pobreza, pero en armonía y paz, criando a su hijo con el mismo espíritu de fe y humildad. 

A pesar de su pobreza, su hogar era un refugio de alegría y amor, donde las necesidades materiales se veían superadas por la abundancia de su vida espiritual.

Los milagros atribuidos a San Isidro, como el brotar de manantiales donde tocaba con su aguijada o el arado llevado por ángeles mientras él rezaba, son reflejo de una vida en la que lo sobrenatural se integra de manera natural. 

Estos relatos, aunque revestidos de leyenda, subrayan la profunda conexión entre la fe de Isidro y la realidad cotidiana, uniendo el trabajo manual con lo trascendente, con la gracia divina.

El testimonio de su vida fue recogido por un diácono de la parroquia de San Andrés, en un breve escrito que destaca la sencillez de un hombre que vivió de forma discreta y sin protagonismo. Madrid, en aquel entonces una pequeña villa, rodeada de campos, bosques y arroyos. En este entorno, Isidro trabajaba para la familia Vargas, la más destacada del lugar. Su laboriosidad, su caridad con los necesitados y su piedad lo hicieron destacar como un modelo a seguir para los campesinos.

San Isidro representa la vida sencilla, el trabajo honrado y una piedad infantil, pero sólida. 

En una sociedad moderna llena de complicaciones, complejidades, marcada por el egoísmo, su figura resalta como un faro de valores eternos. 

La ciudad de Madrid, con toda su historia y su vitalidad, tiene en este labrador su patrón, un santo que simboliza el espíritu humilde y trabajador que subyace en su alma. La misma razón tienen otras localidades para venerar su ejemplo de vida.

El reconocimiento de San Isidro no se limita a la devoción popular puesto que reyes y poetas lo han honrado, por ejemplo, Lope de Vega y Carpio, Calderón de la Barca y otros grandes escritores dedicaron versos a este hombre sencillo. 

Su influencia fue tal que su vida y milagros inspiraron a artistas, arquitectos e historiadores, dejando una huella en la cultura española. 

Su canonización, llevada a cabo por el Papa Gregorio XV en 1622, lo consagró oficialmente como uno de los grandes santos de la Iglesia.

Con su vida humilde y piadosa, se convirtió en ejemplo de cómo la santidad no requiere de hazañas espectaculares, sino de una entrega constante y silenciosa a Dios a través del trabajo y la oración. 

Madrid y España en localidades como la pacense Cabeza la Vaca, lo celebran como un símbolo de fe, laboriosidad y devoción, valores que siguen siendo necesarios en cualquier época.

Este año tuvo lugar la romería que Cabeza la Vaca hace en honor de San Isidro el Sábado 18 de Mayo. A las 9 de la mañana empezó la tradicional tirada de cohetes en honor al santo; y como cada año, se ofrecen dulces y una copa en la plaza del pueblo antes de iniciar el peregrinaje a las 10h.

Este año de 2024, el itinerario ha sido modificado, aunque se han mantenido los mismos horarios. El recorrido fue por el camino de Los Cotos, pasando por Fuente la Arena y el Criadero de los Cortinales, hasta llegar a la Cetolilla, donde se realizará la primera parada con una caldereta; después,  se continúa hasta la Entrada de la Cruz de los Caminos para hacer una breve pausa.

Al llegar a la Pradera, los asistentes disfrutan de la actuación de una orquesta o banda.

En esta edición, la Hermandad de San Isidro se encarga de elegir al Romero y Romera y seleccionar el mejor caballo, mula y burro; y por la tarde se celebra concurso de pasodobles y sevillanas. La proximidad con Sevilla ha determinado que se bailen sevillanas antes que los típicos bailes regionales extremeños, que en otros lugares sí se conservan.

Las carretas que participen en el camino recibirán un obsequio.

El domingo, a las 14h, se celebra la Santa Misa en honor a San Isidro, con la actuación de coro y la fiesta continúa con otras actuaciones, juegos y concursos.

Como es tradicional, el Lunes 20 de Mayo tiene lugar el "Lunes de Remate", con la procesión de regreso de San Isidro a Cabeza la Vaca, a las 21h.

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